Candy me dice que se jubila cada vez que cobra… y luego, unos meses después, me contacta para hacer algo aún más intenso. Para intensificar las cosas esta vez, trajimos a cinco hombres para que la maltrataran con más brutalidad que en cualquier escena que hayamos filmado antes. Empezó a llorar por las bofetadas al principio, pero se derrumbó por completo cuando la metimos en la cabeza haciéndole decir que se merece el abuso por ser una prostituta. Aun así, algo dentro de Candy ama el castigo; exige que disfrutemos de su sufrimiento. Incluso mientras el semen y las lágrimas resbalan por sus mejillas, acepta en silencio que volverá en el futuro para ser destrozada de nuevo.
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